Descartes de otro cine español
El uso del found footage nos confronta a un trabajo de permanente revisión y recreación histórica.
En 2022 tuve la ocasión de asistir a un encuentro que organizó La mesa documental andaluz en la ciudad de Málaga. Este evento consistió en la presentación del grupo, aún emergente entonces, y la causa de su unión. También, además se realizó una serie de visionados que enfatizaban la diversidad natural en la que conviven los integrantes de este grupo. Se definen como un grupo de cineastas andaluces preocupados y ocupados en que las políticas de ayuda reconozcan y se alineen con la naturaleza y necesidades específicas de la producción de este género cinematográfico. En esta ocasión se inició un debate inicial en el que se exponía un comunicado con la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía que se realizó en 2020 y su sucesiva discusión. En él, se muestra la unión de los documentalistas andaluces contra el carácter puramente industrial, privilegiando la generación de beneficios económicos y formatos comerciales y convencionales en la producción, financiación y exhibición; realizado en las modificaciones a la Ley de cine aprobada en el año 2018. La segunda observación que realizan tiene que ver con la ausencia en la redacción de esta Ley en torno al cine de No ficción. Esta discusión estuvo sobre la mesa hasta el 23 de mayo de 2022, cuando se publicó el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, provocando una grave derrota ante la pluralidad y diversidad del cine documental que se conoce en nuestro territorio. Así, después de esta puesta en común, se mostró justamente un dispositivo compuesto por ocho cortos documentales que reflejan el cine que está siendo violentado. Es en este visionado donde yo descubro Descartes (2021) de Alejandro Alvarado y Concha Barquero.
La película documental del tándem creativo malagueño se construye mediante los descartes de material fílmico que se produjeron durante la realización de otro documental predecesor, Rocío (1980) de Fernando Ruiz Vergara. La propia naturaleza de este film me produjo una sensación hauntológica abrumadora. El visionado de fantasmas en un sentido derridiano a lo largo de todo el metraje, trabajado con un material que ni siquiera es propio y que permite la construcción de un discurso en el presente mediante la vivencia del pasado se quedó residiendo en mí como una inquietud. Si a esto se le suma una atmósfera producida por el resto de filmes proyectados en el evento de La mesa documental andaluz, se genera por tanto un breve pensamiento que hasta hace poco no he sabido vertebrar.
Cuando conocí el trabajo que el colectivo madrileño Los Hijos han ido realizando en películas como El Futuro (2013) o Ya viene, aguanta, riégueme, mátame (2009), empecé a ser consciente de una hipótesis que iba sosteniendo desde aquél primer día en Málaga y el documental andaluz. Hablo de que existe un cine español contemporáneo, una subvertiente de aquello que llaman otro cine español, que consiste en la realización de una historiografía espectral (subterránea y de interrupciones, como Walter Benjamin) causada por una herida en la memoria. No hablo tanto como de una historia no contada y la necesidad de mostrarla, sino de una forma diferente de concebir, escribir e inscribir la historia. En este trabajo me gustaría poder abordar esta hipótesis desde el caso de estudio de Descartes. El estudio de la forma de desarrollo y su comparación con Rocío, su antecesora, será fundamental para poner a prueba esta hipótesis.